"Los ojos de Santa Bárbara"


Observen los ojos de Santa Bárbara. Inexpresivos, son esas dos lucecitas celadas entre sierras parduscas, revelándose al descender por el estrecho sendero hacia el pueblo. Dos iris lechosos, aprisionados a la tierra, cada tarde, contenidos en cuerpos hundidos en reposeras deshilachadas, cada tarde, envueltos en el aroma de un espiral que humea viciosamente, cada crepúsculo, encarnándose en la ropa adicta a su intermitente bocanada circular.
Esos ojos la vieron arrastrando las pantuflas contra el ripio chispeante, atravesando calles que mi padre abrió entre matorrales -y nadie se preocupó por bautizar-, pupilas aliadas en su cruzada hacia el arroyo escapando a la ciudad, con el reloj dorado del fundador trenzándose con las hilachas del único bolsillo del vestido arratonado que utilizaba para encerar mi porche. Marcada por su pulsación, nunca querrá dejarlo.
Andrés Charbonier llegó a las sierras para templar el asma que no lo dejaba vivir, cuando esto no era más que un desierto de serpientes y loros barraqueros. En menos de dos años surcó un camino hacia el arroyo, abrió registros oficiales, hizo traer la imagen de la Virgen dormida desde Bélgica y fertilizó esta tierra infecunda, todo a medio aire, rellenando su pecho con el viento serrano que aún le era fiel. Trajo la hora a aquella primera comarca de mestizos, de sol a sol, siempre con la vista fija en su reloj de oro lustrado al amanecer, primero por mi madre, luego por mí. Criado entre mineros, sabía que la única manera de fundar un pueblo es asentando la rutina, desde la tierra, las costumbres, los horarios para ir al baño, tomar mate, emborracharse y procrear. “Ustedes están plantando tramperas –decían sus amigos de Buenos Aires. Las primeras ratas van a ir a buscar el queso, pero sus hijos se vengarán”. Les enseñó a ser constantes y puntuales; previsibles y cobardes.

Anoche lo vi. Sobre un fondo blanco, como de luz saturada, con una expresión muy distinta a la del retrato que ilumina la sala de estar; descomprimido, poco sublime. Por debajo del puño de la camisa, adivinaba al reloj áureo, emanando albor como divino, produciendo el efecto lumínico sobre el fondo. Todo el pueblo estrechaba su mano, acariciando disimuladamente el artefacto. Enceguecida, volví a desvelarme, notando que aquella fue la primera vez que dormía con la cama deshecha. Eso, más que la imagen de la raquítica muñeca de mi criada con el reloj dorado, arrastrada - por él y su codicia- hacia la ciudad, sumergiéndolo para tomar agua del brote de manantial –deformando su imagen-, con su muñeca acariciada por cualquier niño tentado pero no tan estúpido como para arrebatárselo, pero sobre todo la sábana enredada como una serpiente indómita oprimiendo los recuerdos, me obligó a mandar a llamar a don Hervídes, el último rastreador vivo.
Conocía el caso a fondo, confiado de que acudiría a él antes que a ese nuevo forastero que oficiaba de comisario. Casi un amigo de la casa, mi padre lo había empleado únicamente para desenmascarar cuatreros y estafadores de otros pagos. Nunca imaginó que la traición llegaría desde nuestra misma garganta.

“Observe las bocas de Santa Bárbara, don Hervídes. Sin voz, silenciosas hasta para moverse, sedientas de historias nuevas que ahoguen el eco de niños en la plaza, como los aullidos de perros en las novelas, anunciando calamidades”. Ese no es lugar para jugar, solo para quemar.

“Observe atentamente las bocas de Santa Bárbara, don Hervídes”. Resecas, granizadas de arena y restos de verduras mal cocidas, usurpadas a una tierra estéril: selladas. Escupiendo tabaco, sorbiendo mate de una bombilla pastosa de tanto boca en boca, emborrachándose todas las noches en pulperías de paredes blancas de cal y manchadas por el humo amarillento de estufas a kerosén. “Las bocas de Santa Bárbara no despegan los labios, don Hervídes, pero hablan. Sin cesar. Algo tiene que encontrar”.

Fue cuestión de un par de días tormentosos, en los cuales Hervídes apeló al tedio para abrir, cautelosamente, los labios de jubiladas y ebrios.
La lincharon por obligación, en un acto ficticiamente espontáneo –ajustaban a la misma hora y en una especie de folclore-, con fanfarria, comilona y lloronas sin cargo. Ni el rastreador ni yo asistimos. Ambos sabíamos que, año tras año, Bárbara Charbonier debía dejar el reloj con luz propia en el primer cajón semiabierto de la cómoda, pedir un carro para ir a la ciudad a cobrar los intereses de algún campo legado por don Andrés y, al volver, sorprenderme por la prestidigitación, esperar unas horas, contratarlo, y mantener la rutina del albor, como divino, que hace de un conjunto de iris lechosos y bocas pastosas, de tardes iguales, un pueblo.

Observen a los ojos a Santa Bárbara. Sonríen.

Um homen de palavra: Caetano Veloso, Gal Costa - Domingo, 1967


Sé que no soy un hombre rencoroso. Debería decir, para cubrirme de las acusaciones acerca de que me ocupé de sepultar a Cayetano durante 6 meses por acá y ahora publico esto, que el 90% de lo bueno de este disco lo pone Gal. Pero no me creerían, y tienen razón.
Bueno, bajenló, disfrutenló, y no piensen tanto en mis contradicciones.
Destaques: Onde eu nasci passa um rio, Candeias, Maria Joana. No me gusta Corazón Vagabundo. Para nada.

PD: En los himnos, Argentina ganó el partido ayer. Lo de Teresa fue desgarrador, pocas veces oído. Gal estuvo bien, pero quedó muy opacada, a pesar de ser la mejor cantante del Brasil. Las mujeres de nuestro litoral son sirenas, su encanto no tiene medida.
El partido no lo ví... soy de Boca, no podría soportar ni 10 minutos de esos nabos.

Miguel Abuelo et Nada, 1975


Cuantas historias rodean a este disco que nunca se editó en nuestro país, y que se convirtió en el Smile de los Beach Boys del rock argentino. Yo voy a contar la mía.
A mí siempre Miguel Abuelo me pareció un personaje intrigante. Cuando llegué a Buenos Aires, se había inaugurado la Plaza Miguel Abuelo, con una statua de bronce que muy poco decía de él, sobre la estación Carranza de subtes (justo donde arranca Avenida Cabildo). Me quedaba camino al Instituto donde estudiaba cine, y todas las tardes me sentaba ahí para escribir, fumar o simplemente extrañar mi pueblo. De Miguel, sólo tenía esos discos medio berretas de Los
Abuelos con Calamaro arruinandolo todo, pero cada intervención de Miguel como que me despertaba algo de curiosidad.
Desde que llegué, recorrí muchos lugares de discos buscándo alguna pista, algo. Cuando tuve Internet, creo que fue mi primera búsqueda. Mis horizontes musicales se habían ampliado un poco más, y ya no me despertaba mucho el rock de acá, pero era un desafío.
Hasta que una tarde de 2003, cuando todavía vivía en el terruño de los cacerolazos, iba en el subte línea D, y suben 3 gnomos bailando y repartiendo volantes. Cuando ví la cara fotocopiada de Abuelo sobre el papel, no dudé en hablarles. Me dijeron que inauguraban el site de Miguel Abuelo, y que ahí podía encontrar el disco. No estaba completo, pero sacando tracks de acá y de más allá, logré completar esta grabación, que no debe ser la definitiva, pero me sacó la sed de este disco.

João do Vale, 1981, CBS


Joao do Vale me da la esperanza de todavía poder grabar algún disco. Llegó con sus ritmos del interior del Brasil a Río, a trabajar como albañil, y grabó su primer disco recién después de los 30 años. El segundo, que aquí les traigo, se grabó 17 años después, en 1981, gracias a muchos artistas que habían inmortalizado su trabajo. Yo recuerdo haberlo conocido por una potente versión de la canción de la película "Antonio das Mortes", del gigante Glauber Rocha, interpretada junto a Nara Leão y Zé Kéti en 1965, en el Show Opinião (disco del cual estoy tratando de mejorar la calidad para poder subir). Mi favorito es "Bom vaqueiro", en colaboración con Fagner. Algún día sueño con poder grabarlo, tiene ese suingue tan sureño que lo acerca mucho a nuestro folclore mesopotámico.

01. Na asa do vento (João do Vale - Luiz Vieira)
02. Pé do lageiro (João do Vale - José Cândido)
03. Estrela miúda (Luiz Vieira - João do Vale)
04. Bom vaqueiro (João do Vale - Luiz Guimarães)
05. O canto da ema (João do Vale - Alventino Cavalcante - Ayres Vianna)
06. Carcará (João do Vale - José Candido)
07. Morceguinho (o rei da Natureza) (João do Vale)
08. Morena do grotão (João do Vale - José Cândido)
09. Uricuri (segredo do sertanejo)
10. Fogo no Paraná (João do Vale - Helena Gonzaga)
11. Pipira (João do Vale - José Batista)
12. Pisa na fulô (João do Vale - Ernesto Pires - Silveira Jr.)
13. Minha história (Raimundo Evangelista - João do Vale)

Como verán, indulté a la música brasileña en mi blog, que tanta gente acercó a él. Pero para Caetano, ni perdón ni olvido.

John Fahey, The Dance of Death & Other Plantation Favorites, 1965


Blind Joe Death
+ filosofía medieval
+ guitarra acústica afinada en Open G
+ coleccionista furioso de grabaciones ocultas
+ estudiante universitario en California en los '60
+ música concreta
+ grabaciones lo-fi
+ el talento inigualable de lo simple
___________________________________
John Fahey, uno de mis ídolos personales.

Acá tienen un excelente link para quienes quieran aprender rápidamente como afinar su guitarra de esa manera, y hacer de su música un infierno móvil, de puño y letra de Mr. Fahey.

Mis 50 posts, un homenaje: Atahualpa Yupanqui, Recital de Guitarra, 1977



Este hombre inventó la música argentina. No sólo rastreó, recopiló, difundió y estilizó, sino que además nunca perdió su sendero y guardo la tradición en una torre de cristal que todos pudimos alcanzar. Su arte, el de las cosas simples. Su poesía, la telúrica y la humana. Nunca un terrateniente cantando sobre los peones, siempre un ser humano, con todo lo que eso implica y pocos aplican.
Y cabe festejar sus 100 años de nacimiento, como debe hacerse con los gigantes.
Porque nunca se disfrazó de Santos Vega, ni adoptó la posición de los tres monos místicos (ciego, sordo y mudo), porque debió exiliarse no por conveniencia, por placer ni por opción, sino para hacer de nuestra música local algo universal, sin convertirla en boleros ni productos como quienes lo siguieron. Ay, Ata, si de verdad cada año mirás desde el cielo el sinsentido que desfila por tu Festival cordobés, debes sentir la misma indignación que yo y tantos otros.
Y si no escuchan su voz, escuchen su guitarra, que aquí les presento, en este recital donde deja oír el aroma rupestre, la furia de la injusticia y la voz de las melodías, sin canto, punteando ese instrumento que se convirtió en sinónimo del ser.
Me atrevo a pensar que ya no quedan personas como él. Porque, citando a Unamuno:
"Hay personas que parecen no pensar más que con el cerebro, o con cualquier otro organo que sea el especifico para pensar; mientras otros piensan con todo el cuerpo y toda el alma, con la sangre, con el tuétano de los huesos, con el corazón, con los pulmones, con el vientre, con la vida. Y las gentes que no piensan más que con el cerebro, dan en definidores; se hacen profesionales del pensamiento. ¿Y sabéis lo que es un profesional?¿Sabéis lo que es un producto de la diferenciación del trabajo?"

Quedamos pocos que aún pensamos "con el tuétano de los huesos". Y así nos va.

Ruben Blades, Maestra Vida, Fania, 1980



Carmelo se llamó mi abuelo. Carmelo es el patriarca de los Da Silva en esta primera (y única) ópera salsa. Carmelo Puliafito y Carmelo Da silva fueron sastres, uno de Panamá, el otro de Barcellona Pozzo di Gotto primero y para la BNPB después. El verdadero vivió demasiado poco, tan sólo cuatro años de mi vida, dos de la de mi hermano, y tres menos que los de mi hermana. El de ficción, sobrevivió a su esposa, y esperó por años a un hijo a quién supuso rufián, y que nunca llegó. Al Da Silva hijo no lo dejaron salir del trabajo para el funeral de su padre, y los comentarios del barrio lo creyeron tras las rejas, riéndo la muerte de su progenitor. El 'baila pa' mí, mami' se encuentra ausente de esta obra, es el transcurrir de la vida, enfrentándose a su aliada y protagonista del relato de Blades: la muerte. Obra prohibida y olvidada, luego del monumental éxito de "Siembra", apela al clásico color local americano no como ganch comercial, sino como marco para la vida, tan parecida y tan secular, de tres generaciones de Da Silva, en un Panamá tan universal como los temas que toca: el machismo, la paternidad, la decepción de los hijos ante las pretensiones excesivas de los padres, el bar, la soledad, y el punto final. Son dos discos, el primero que versa sobre Carmelo da Silva, Manuela Peré y la alegría de vivir; el segundo sobre Ramiro da Silva, el sufrimiento del hombre, la soledad y el final. Podría seguir escribiendo horas sobre las infinitas aristas de esta obra, pero la estoy escuchando completa por enésima vez, y prefiero que ustedes vayan desgajándola por su cuenta. "El nacimiento de Ramiro" fue la canción que instantaneamente oí cuando llegó Juan Manuel Libre al mundo, no deja de hacerme caer algunas lágrimas. "Manuela" fue la primera canción que él bailó, al mes de nacido, moviendo su cabecita como poseído. Y "Maestra vida" (perfecto tempus fugit) me hizo tomar conciencia de algo que había olvidado. Porque cuando se murió Carmelo sentímos un dolor tan profundo que no hallamos nada en el mundo con que poder consolarlo.

A tu escuela llegué sin entender porque llegaba
en tus salones encuentro mil caminos y encrucijadas
y aprendo mucho y no aprendo nada.
 
(Maestra vida camará’a, te da, te quita, te quita y te da)
 
Paso por días de sol, luz y de aguaceros,
Paso por noches de tinieblas y de lunas,
Paso afirmando, paso negando, paso con dudas
Entre risas y amarguras, buscando el porque y el cuándo.
 
(Maestra vida camará’a,  te da, te quita, te quita y te da)
 
Maestra vida, de justicias e injusticias
De bondades y malicias aun no alcanzo a comprenderte
Maestra vida que ese culpo no perdona
Voy buscando entre tus horas el espejo de los tiempos
Para ver tus sentimientos      
y así  comprender tus cosas.
 
Y ví espinas y ví rosas, 
Ví morir seres queridos, ví bellezas, fui testigo
De maldades y de guerras
Ví lo bueno de la tierra
Y ví el hambre y la miseria, y entre el drama y la comedia 
avancé entre agua y fuego.
En Dios me acuerdo primero
Solo en trance de morirme
O a veces cuando estoy triste, más nunca si estoy contento.
No dura agradecimiento.
Pa’ aquel que nos da la mano 
tan pronto nos sale el clavo
Se olvida to’o el sufrimiento.
 
Y tengo amigos, conocidos y enemigos,
amores que me han querido
Y rostros que niegan verme.
Me encontré frente a la muerte 
y en sus ojos ví el sentido
y con el miedo conmigo
Así yo aprendí a quererte.
Y hoy sé que nada es seguro
Ya que todo es pasajero
La muerte es el mensajero que con la última hora viene
Y el tiempo no se detiene,
Ni por amor, ni dinero,
La muerte es el mensajero que con la última hora viene
Y el tiempo no se detiene,
Ni por amor, ni dinero.
 
Maestra vida, me voy persiguiendo al tiempo
A ver si encuentro respuestas,  antes de la hora en 
que yo muera
Aunque me estoy resignando a esta fatal realidad. 
 
(Maestra vida camará’a,  te da, te quita, te quita y te da)
 
Oye, cuando tú menos lo esperas
Va la sorpresa camara’a
Y el tiempo, mira no se detiene
Ni por amor, ni por dinero,
La muerte, compa’, la muerte es el mensajero,
Que con la última hora viene.
 
Cuando se murió Carmelo
Sentí un dolor tan profundo
Que no hallo nada en el mundo
Con que poder consolarme.                         
 
Te da, te quita, te quita y te da

Chabuca Granda, Criollísima, Antología 1963-1980


Llegando a los 50 posts, no quería dejar de compartir con ustedes el talento, la gracia y la fineza de La Señora, con mayúsculas. Una mujer de las ya extintas, la voz de América Latina, autora o co-autora de los mayores himnos del Perú criollo, y principal integradora del riquísimo movimiento negrista de uno de los países más dignos, junto con Paraguay, Bolivia, Colombia y Brasil, de "nuestro" continente. Claro, para equilibrar, Sudamérica cuenta con Chile, nosotros, y esa provincia oriental inglesa.
Destaques: José Antonio (no incluída aquí la versión grabada en Buenos Aires en 1980, uno de mis 10 temas favoritos de la historia), Cardo o Ceniza, Donde estás Adelita y Me he de guardar
(imperdible éste último)

Me he de guardar

Y en un hoyito iré yo a parar
solititita me he de guardar
dentro la tierra, al pie de un rosal,
bajo un almendro te he de esperar.

Los ojos se me secaron
y es que no puedo llorar, y se secaron.
El pecho se me ha dormido
y es que ya no puedo amar, y me he dormido.

La tierra se va muriendo
desmenuzándose dentro de mi pecho,
va llegándome a los ojos,
va cubriéndome hasta el último helecho.

(1971)

Juan Falú, Liliana Herrero, Leguizamón - Castilla, 2000



Con su voz sufriente, y gozante, con el estudio del sentimiento y la investigación que formó su conciencia parap oder llegar a esta grabación, no cupo otra persona para este proyecto que Liliana Herrero. Cantora del Paraná, hija del río y de los ecos de la princesa Galarza, subió hasta Salta, a través del monte chaqueño, y se encontró con dos hombres de la tierra y las vanguardias, Gustavo Leguizamón y Manuel J. Castilla.

Con la guitarra casi como apellido, la escuela brasileña como universidad y el conservatorio como espacio para ser el último bastión de un folklore que mire en serio al siglo XXI, y no vestido de Mistral y tocando boleros, Juan Falú escuchó, asimiló y reformuló las armonías de Leguizamón para así amalgamarlas aún más con la poesís de Castilla.

Faltando dos años para el 2010, me aventuro a afirmar que este es el disco más auténtico de la década y, a pesar de su sonido moderno, por suerte no ha llegado a ser banda de sonido lounge ni background de los gauchetos en ninguna peña de Palermo Soha.

Para que entiendan lo que es en realidad la música, antes que nada, les dejo esto amigos:


LA BAGUALA
(Manuel J. Castilla), de "La tierra de uno", 1951.

Cuando ella viene, sentimos que la boca se nos llena de un gusto a pasto pisoteado,
y que tiene un sabor a cuero resobado y reseco.
Entonces es cuando hay que cantarla con todo el pecho
aunque la voz se quiebre en medio del intento
y nos quedemos tristes para siempre.

Recién, entonces, es cuando se comienza a transitarla con alegría
y a comprender por qué anda por caminos llenos de polvo, sola,
entre las venas del hombre que la mira irse en silencio.
Por qué se duerme sobre vasos de vino
mientras el hombre queda con el sombrero entre las manos como un nido vacío.

Sabemos que se alza sobre los carnavales
desde aquellos que comen en silencio en las cantinas últimas;
que toda contención será inútil cuando su remolino turbio
baile sobre la sangre un frenético erizamiento;
que viene el día y la hora y el segundo en que ella crece en árbol
sobre nuestra tristeza que la busca,
y que cuando comienza su descendimiento espeso, nos queda todavía, lejano,
el ruido de su pecho sobre las cajas del atardecer.

Quemándose en los ojos más oscuros como la última brasa
y arrinconada sobre las lágrimas de los borrachos que recuerdan,
la noche le pertenece íntegra
con sus caballos que mueren a mitad de camino
velados por la copla que los ha asesinado.
Uno lave llegar sobre lentos silbidos
cuando la arena roja de los chacos traga todos los huesos muertos
y no se sabe si la luna lleva ciervos heridos por el cielo
o ramazones secas.
Y sobre los domingos, cuando viene la noche
con su garganta llena de sapos y un cascabel de víbora
vierte su agua milenaria sobre la boca sedienta en la caja.

Cuando se la ha sentido así, necesariamente hay que llorarla. Y llorarla, no con los ojos sino con las raíces, y con los muertos que nos vuelven siempre dolorosamente puntuales todos los lunes de la vida.
Tenemos que llorarla sobre las conquistas del amor,
entre las carpas que cuelgan su albahaca para los faroles sonámbulos;
junto a las zambas que se bailan seriamente para que rían los pañuelos
mientras una mujer recoge el ruedo de su falda
antes que la desate el peso de las coplas.

Tenemos que llorarla y cantarla
ahora que sentimos que el bosque de yuchanes cabe en nosotros
con sus tallos verdes y su silencio de violento chaco,
ahora que contenemos la tierra alegres y profundos como una semilla.

Tenemos que cantarla porque ya se nos pierde
en los ojos remotos de los músicos ciegos
Desde cuyo fondo parece que se estuviera despidiendo.
1948

Aquello que sentencia nuestro Walt Whitman debería ser aplicable para toda la música.
A su salud, amigos.
(Click sobre la foto de portada para descargar)

Tuxedomoon, Half Mute, 1980


Los pedidos de mis bloggers (me siento tan empteen denominando así) son respetados.
Acá les subo "Half Mute", de Tuxedomoon, otra agrupación (me gusta usar este término antes que 'banda') de San Francisco, como la que publiqué antes, Beulah.
Enjoy it!
(como siempre, click en el disco)

Beulah, When Your Hearstrings Break, Sugarfree Records, 1999


De este disco se despega un poco la historia de mi vida. Cuado lo compré, en 1999, vivía en Coghlan, cerca de Avenida Cabildo, e iba al instituto a estudiar cine caminando. No trabajaba, por lo cual tenía mucho tiempo para leer, hacer música y estar solo. Encargué este disco en "El Oasis", me lo trajeron al mes por sólo $26, lo que equivalía a uS$ 16 mas gastos de envío. No sé ahora, pero para aquella época era el único que lo tenía acá, apenas salido, luego de escuchar, 'If we can land a man to the moon...' en el site MP3.com

Hoy, en 2008, vivo en Bernal Oeste, calles de tierra, carreros que vuelven de cartonear, y una hora y media de viaje hacia mi trabajo nocturno de 9 horas. Estudio Letras, recursando materias que aprobé con 10 hace 3 años, pero que se me vencieron por no poder rendirlas cuando daba clases de Inglés y Lengua. No puedo grabar mis canciones, porque mi placa de sonido es lo más parecido a una fabrica de ruido sucio. Pero cuando llego a casa me encuentro con un mundo que no cambiaría por nada. Mi mujer y sus fotos, mi hijo cantando con el viejo micrófono Aiwa y tocando la armónica, mi pitbull cuidando la casa y atropellandome con su musculatura. Y ya no me acompaña más el pop de Beulah, que recaté de la casa de mi hermano y hoy subo para ustedes.

De la primera época guardo lo feliz que fui sin necesidad de dinero, por el solo hecho de poder caminar un domingo mirando las casas embrujadas de Belgrano R. De la segunda, la conciencia de saber que uno tiene que respetar el lugar donde vive, más allá de que sea Zona Norte, Zona Sur, tierra o asfalto.
Siempre digo que para D'elia yo sería una especie de inclasificable, un eslabón perdido entre su puta oligarquía y los compañeros sureños. Viví en Belgrano, y no volvería. Vivo en el Sur, y me iría gustoso.
Lo que sí, nunca volvería el tiempo atrás, porque imagino mi vida sin Juan Libre e Ive Brussel, y me envuelve la tristeza cósmica.

Bajen este disco, van a encontrar placer los beatlemaníacos (no se porqué, pero hay muchos aquí), los beachboysmaníacos (más si gustan de la era post '66), los noventosos (pueden adelantarse al retro que se viene). Digamos que si entran en cualquiera de esas categorías, it's a must, no pueden pasarlo de largo, más aún teniendo en cuenta que no es algo fácil de conseguir, es accesible al oído y de una belleza cuasi perenne.

2 tipejos oficialmente banneados de mi blog


Si alguna vez esperaban encontrar algún disco de estos 2 impresentables, o sus acomodados hijos sin talentos, incluso la mínima mención a su sobrevalorada obra en este blog, a partir de ahora pierdan las esperanzas. 2 de los hombres más aclamados por la comunidad snob argentina, que anoche, uno desde esa masa informe horrible llamada Maracaná, y el otro desde uno de sus somníferos recitales, apoyaron a ese equipo cheto de Tijuca en su inerte victoria ante nuestros gladiadores. Me enervó ver allí en la tribuna con su cara de nada al Chico Puajjque que en más de 40 años de trayectoria sólo grabo un gran disco (Construcao) y después se dedico a narrar sus erecciones cual Arjona, pasarnos la receta de un guiso asqueroso y escribir libros malísimos, y más allá, ver en las fotos de los diarios que el "flamenguista" Caetano Vivoso sonreía con su eterna cara de cándido que esconde algo detrás, escoltado por sus dos hijos de rostros subnormales marcando con sus dedos los 3 tantos que en gracia supieron conseguir los tricolores. Al primero lo ví de refilón en la transmisión, cuando ibamos 1-0, y me alegro pensar que podía irse a su casa con esos ojos azules repletos de lágrimas, pero bueno, soy yo el que llora agora, y leo esta nota:

Chico Buarque sofre no jogo do Fluminense

Ao estilo sofredor (sim, sofre bebendo cachaza na Barra da Tijuca), o cantor Chico Buarque (o melhor ditto Velho Verde), 63, acompanhou a classificação do Fluminense nas cadeiras especiais (cadeiras especiais o homen social que escreveu cotidiano?) do Maracanã ao lado do neto rubro-negro, Francisco, 11 (cuidado Francisco!)

Antes do jogo, disse que foi preparado para sofrer (como eu quando ecuté Opera do Malandro) No intervalo, elogiou o lateral-esquerdo Junior César e o zagueiro Thiago Silva (nunca um atacante). "Estão jogando bem" (Uau, uma frase iluminada)
Chico fez o tipo torcedor apreensivo (sempre fazendo tipo torcedor). Pouco levantava da cadeira ou gritava. Sorria ou fechava o rosto. No primeiro gol, pulou, sorriu e abraçou o neto. (en nosso primeiro gol?)

Durante o primeiro tempo, Chico não cantou junto com a torcida. "Uma coisa que eu não faço é cantar" (isso e certo, muito verdadero), disse o cantor, sorrindo sem graça. Na maioria dos ataques contrarios, fechava o rosto
(so ficó 90 minutos con o rostro fechado). Nas bolas perdidas pelo tricolor carioca, abaixava a cabeça e lamentava. (o pobo brasileiro nao é o pobo da alegría? muito sofremento, Chiquinho) A torcida do Fluminense, no entanto, por sorte não depende de Chico.(Aquele que escreveu isto odeia Chico!) Ela cantou durante todo o jogo e lançou os tradicionais sacos de pó de arroz na festa pela vaga. (Eu ecuté a torcida de meu team a maior parte do jogo)

Bueno, creo que me dsahogué bastante, la verdad es que sufrí bastante y todavía estoy muy mal, le tenía mucha fe al equipo en ese estadio decrépito.

100 Megas de Jorge Ben


Para quienes aún no leyeron le post anterior acerca de él, o para quienes dudan de mis afirmaciones acerca de una de las pocas leyendas vivas de la samba-rock (más bien samba-funk para mí, pero para algunos en Brasil decir funk es como acá decir cumbia casi), les subo mis canciones favoritas de las mejor época de Mr. Jorge Ben, torcedor del Flamengo que espero este miércoles festeje nuestro triunfo en el Maracaná ante su némesis el tricolor.
95 megas, casi 100, de la etapa 69/78, con algo del 81 también, para que lo dejen de fondo mientras limpian sus estantes con discos de Spinetta...les apuesto que a los 10 minutos los tiran a la basura!


Jorge Ben - 100 Megas que cambiarán tu vida

Paulinho da Viola, Foi un rio que passou em minha vida, 1970


Simplesmente, los primeros 7 temas de este disco lo llevan al podio de la samba:
1. Para Não Contrariar Você: La voz calmada de Paulinho, la percusión de metrónomo, entrando en orden, la prolijidad hecha samba. Todos saben que no soy afín a lo prolijo, pero hay excepciones a la regla.
2. O meu pecado: Paulinho da Viola es, más allá de un sambista de raza, un poeta urbano, que aquí le canta a la figura del senex puer (viejo joven). Los arreglos están muy bien.
3. Estou marcado: "um pouco mais ligero, um pouco mais ligero" dice daViola. la clave de las obras maestras que ha dado la música de Brasil fue la relajación con que grababan. Esa es una frase que me marcó, ahora cada canción la hago "um pouco mais ligera"... lástima que nuncá podre encontrar una formación de samba en este país de mierda.
4. Lamentação: Las canciones pre o post carnaval son mis favoritas. Servir como entrada a "Hora da Razão" de Batatinha.
5. Mesmo Sem alegría: Mi favorita. Esa cuica, esa poesía, esa scola detrás, y Paulinho, humilde, siendo uno más. Es bueno escuchar cantores humildes después de tanta podredumbre egocéntrica de Caetano Veloso y cía.
6. Foi Um Rio Que Passou Em Minha Vida: Un himno del Brasil, cuando muera quiero esta canción en el camino a la tierra. En serio, llevo años haciendo el soundtrack de mi velorio.
7. Tudo Se Transformou: Una de las dos canciones que interpretó en los infames Acústicos de MTV Brasil. Igual, por lo menos allá hay Unplugged de Rita Lee, Paulinho y Jorge Ben...acá, Shock-ira y Lolito Torres.

Lo que viene después es un meloso hit (Sinal Fechado) que me desagrada mucho, y poca scola do samba, pero vale bajarlo por estos 7 temas

Y miren esto, emociona:

Ze Ramalho e Lula Cortes - Paebiru, 1974


Siguiendo con mis discos favoritos y no muy fáciles de hallar, les traigo Paebirú, primera grabación de Zé Ramalho, acompañado por Lula Cortés. Es resto de la discografía de Ramalho no me llama mucho la atención, pero este disco es impresionante. Tiene todo lo que quiero escuchar de una grabación verdeamarelha: guitarras cósmicas, ambientes, lírica inspirada, etc.
Bájenlo, no los voy a defraudar.

Una joya: Concierto Supersticioso, Carlos di Fulvio, 1964


Este disco es lo más intrigante de la música popular argentina que he oído. Llego a mi vida hace no más de un año, y fui recopilando varias anécdotas alrededor de él, ya sea porque se sabe muy poco o porque su melodía evoca al misterio.
En este disco Carlos di Fulvio, su autor, se propone crear obras integrales "que no sólo entretengan, sino que sirvan".
Basado en apuntes de Sánchez de Labrador, versa sobre la graduación de los hechiceros, un tópico que no había sido tratado desde la literatura gauchesca (recordar el Fausto y Santos Vega), y que después sería abordado de manera sui generis por Leonardo Favio en Nazareno Cruz y el Lobo (imposible olvidar la palangana de plástico en la tapera del diablo)
Prohibido en su momento, y editado luego junto al magistral "Visión del Chacho", subo sólo el concierrto, tal cual como venía en el vinilo, hoy inconseguible, salvo por sumas astronómicas en Mercado Libre.
Pra meus amigos brasileiros, por fin Musica Popular Argentina.