Juan Falú, Liliana Herrero, Leguizamón - Castilla, 2000



Con su voz sufriente, y gozante, con el estudio del sentimiento y la investigación que formó su conciencia parap oder llegar a esta grabación, no cupo otra persona para este proyecto que Liliana Herrero. Cantora del Paraná, hija del río y de los ecos de la princesa Galarza, subió hasta Salta, a través del monte chaqueño, y se encontró con dos hombres de la tierra y las vanguardias, Gustavo Leguizamón y Manuel J. Castilla.

Con la guitarra casi como apellido, la escuela brasileña como universidad y el conservatorio como espacio para ser el último bastión de un folklore que mire en serio al siglo XXI, y no vestido de Mistral y tocando boleros, Juan Falú escuchó, asimiló y reformuló las armonías de Leguizamón para así amalgamarlas aún más con la poesís de Castilla.

Faltando dos años para el 2010, me aventuro a afirmar que este es el disco más auténtico de la década y, a pesar de su sonido moderno, por suerte no ha llegado a ser banda de sonido lounge ni background de los gauchetos en ninguna peña de Palermo Soha.

Para que entiendan lo que es en realidad la música, antes que nada, les dejo esto amigos:


LA BAGUALA
(Manuel J. Castilla), de "La tierra de uno", 1951.

Cuando ella viene, sentimos que la boca se nos llena de un gusto a pasto pisoteado,
y que tiene un sabor a cuero resobado y reseco.
Entonces es cuando hay que cantarla con todo el pecho
aunque la voz se quiebre en medio del intento
y nos quedemos tristes para siempre.

Recién, entonces, es cuando se comienza a transitarla con alegría
y a comprender por qué anda por caminos llenos de polvo, sola,
entre las venas del hombre que la mira irse en silencio.
Por qué se duerme sobre vasos de vino
mientras el hombre queda con el sombrero entre las manos como un nido vacío.

Sabemos que se alza sobre los carnavales
desde aquellos que comen en silencio en las cantinas últimas;
que toda contención será inútil cuando su remolino turbio
baile sobre la sangre un frenético erizamiento;
que viene el día y la hora y el segundo en que ella crece en árbol
sobre nuestra tristeza que la busca,
y que cuando comienza su descendimiento espeso, nos queda todavía, lejano,
el ruido de su pecho sobre las cajas del atardecer.

Quemándose en los ojos más oscuros como la última brasa
y arrinconada sobre las lágrimas de los borrachos que recuerdan,
la noche le pertenece íntegra
con sus caballos que mueren a mitad de camino
velados por la copla que los ha asesinado.
Uno lave llegar sobre lentos silbidos
cuando la arena roja de los chacos traga todos los huesos muertos
y no se sabe si la luna lleva ciervos heridos por el cielo
o ramazones secas.
Y sobre los domingos, cuando viene la noche
con su garganta llena de sapos y un cascabel de víbora
vierte su agua milenaria sobre la boca sedienta en la caja.

Cuando se la ha sentido así, necesariamente hay que llorarla. Y llorarla, no con los ojos sino con las raíces, y con los muertos que nos vuelven siempre dolorosamente puntuales todos los lunes de la vida.
Tenemos que llorarla sobre las conquistas del amor,
entre las carpas que cuelgan su albahaca para los faroles sonámbulos;
junto a las zambas que se bailan seriamente para que rían los pañuelos
mientras una mujer recoge el ruedo de su falda
antes que la desate el peso de las coplas.

Tenemos que llorarla y cantarla
ahora que sentimos que el bosque de yuchanes cabe en nosotros
con sus tallos verdes y su silencio de violento chaco,
ahora que contenemos la tierra alegres y profundos como una semilla.

Tenemos que cantarla porque ya se nos pierde
en los ojos remotos de los músicos ciegos
Desde cuyo fondo parece que se estuviera despidiendo.
1948

Aquello que sentencia nuestro Walt Whitman debería ser aplicable para toda la música.
A su salud, amigos.
(Click sobre la foto de portada para descargar)

Apuntes y 7 versiones sobre una sola canción


Cantora de Yala es mi tonada favorita del cancionero argentino, y hoy les traigo 7 versiones que han sido registradas, desde Salta hasta España o Estados Unidos, con mejor o peor resultado.
Escrita por el gran poeta argentino Manuel J. Castilla, hombre que caminó el norte argentino con su inspiración arraigada a la tierra, sin caer en el paisajismo o la descripción. Musicalizada al ritmo de zamba por el gran innovador del folclore nacional, Gustavo 'Cuchi' Leguizamón, hombre de oído curioso y tacto suficiente para hacer de nuestra expresión cultural un hecho popular y culto al mismo tiempo, sin caer en el bolero berreta que hoy compone el llamado folclore siglo XXI.
Llama la atención que esta zamba que habla del carnaval norteño, con una introducción memorable y un estribillo que lleva a la emoción más profunda no haya tenido más versiones, y que la mayororía hayan sido registradas en las puertas del nuevo milenio.
Como puntos altos, cabe destacar la interpretación de la dupla Falú / Herrero, en un disco memorable que pronto estaré subiendo completo, y la de Lorena Astudillo, hasta aquí casi una desconocida para mí, pero que creo es la única cantante que logra reflejar el espíritu de la zamba casi al nivel de Liliana.
Peores momentos: el de la yanquee Esperanza Spalding, una pibita que se me hace vino a experimentar el "bueno/barato/culto" del road trip hacia Argentina, cazó un par de discos y, con la frivolidad clásica del estadounidense, nos ofrece un contrabajo desafinado y una traducción que compensa las lágrimas escapadas con Falú / Herrero. Al oír esta monstruosidad, van a llorar de la risa con frases como "su cancha fenita creece..." o "con seteanteaneosquetene"
Disfrutenló tanto como yo lo hice.

LA CANTORA DE YALA

MUSICA: GUSTAVO LEGUIZAMON

LETRA: MANUEL J. CASTILLA


SANTA LEONCIA DE FARFAN

DE LA QUEBRADA DE REYES

BAJA LA CARPA DE YALA

CON SETENTA AÑOS QUE TIENE



LA HARINA DEL CARNAVAL

LE PENSAMIENTA LAS SIENES,

CUANDO SOBRE EL MUJERIO

SU CANTO FINITO CRECE



ALEGRE COMO POCAS

DOÑA SANTA SE AMANECE

EL MANANTIAL DE SUS COPLAS VA

POR SENDEROS VIEJOS

EL MANANTIAL DE SUS COPLAS VA

DESPENANDO SU SOLEDAD



NO HAY UNA PENA DE AMOR

QUE POR SU BOCA NO QUEME

NI HAY EN LA CARPA BAGUALA

QUE POR ELLA NO SE QUEJE



LA CHICHA AL AMANECER

EN LOS OJOS SE LE DUERME

HASTA QUE UN GOLPE DE CAJA

CANTANDO LA REVERDECE


BAJANDO