Los Macarios



A los macarios les han despertado un hambre voraz. Basan su día en ir de acá para allá buscando algo que les alcance para pagar su dosis, que dura muy poco. Casi como un aullido de Ginsberg, sostenido por cinco minutos de humo inodoro que fluye de una lata.

Te piden, y quien no les dá sigue su camino con estela de insultos, y tal vez algún piedrazo. Quien les dá, tal vez conserve la vaga esperanza de que esas monedas sean parte de un botín de leche y galletas. Y quien los mira de reojo ante su vehemencia y exclama "no tienen vergüenza", olvida que, para quien durmió en los andenes de Constitución, con ratas y pasajeros nocturnos esquivándolos, la vergüenza no es una virtud, sino un rasgo más de la brecha abierta entre esos y éstos, ellos y nosotros. A la vergüenza se la han robado.
No son entes, se hacen ver, roban y matan, porque son tigres tigres, in the forests of the night. Los han animalizado, y su vida consta de momentos de búsqueda y momentos de olvido. Ellos quieren estar estando -como decía Castilla-, que la vida pase y no los pise, pero el flash dura un instante, y su maldición es una droga cuyo efecto dura demasiado poco. Al tigre le dura un par de días la gacela; a los macarios unos minutos, y deben volver a la jungla de asfalto a buscar.

Buscar. Buscar y deambular, no importa si el medio para llegar está en la caja de una farmacia, en los pasajeros de un colectivo o en una señora que vuelve de hacer las compras. Ellos no son la presa de estos tigres modernos, la presa es algo tan artificial, que al ver el mundo a través de su humo incoloro, todo se vuelve sueño y pesadilla al mismo tiempo.
Los macarios tienen hambre, hambre de olvidar un pasado de carreros al galope de un caballo deshilachado, sed de olvidar a un padre que se fue y a una madre que no da a basto, fnatasía de estar lejos de ese hermano que los abuso, y de esos hombres que les prometen todo a cambio de solamente entrar y disparar en una casa de alguien que no conoce, y seguramente mañana no recordará.

No hay filosofía para el macario, más que el sueño de contonear su cuerpo como dragones
escuálidos al ritmo del golpe de base sobre un cerebro agitado. Y saben que no hay salida: ni la piensan. Son ellos o el mundo, su droga los volvió egoístas, su afasia es necesaria, son peso sobre la tierra -el peor ideario unamunesco-, y no pretenden más.

Todos debemos cargar con su mochila, nadie los mandó a esperar que salgamos del pozo para machacarnos a tablazos, porque ellos no tienen madrina, sólo ese pecho repleto de leche insípida que les dá, por unos minutos, excusa para seguir vivos.

Foto de Patric-images

La guitarra en la alacena


Visto y considerando que me sale casi el doble comprarme el Shure y la placa de sonido que entrar a un estudio a grabar, decidí que entre diciembre y enero voy a romper el silencio y volver a torturar al mundo después de 3 años. Va a ser difícil no grabar desde mi casa, con días, meses y hasta años de tiempo para arreglar y editar, pero esta nueva experiencia merece un abultado cuaderno de notas. ¿Qué es eso? Les cuento: siempre que voy a grabar escribo en un cuaderno (que a veces llegan a ser varios) las notas de lo que tengo, lo que me falta, a que quiero llegar y con que cosas cuento. Aprovecho que tengo este espacio para hacerlo online. Sepan comprender que no es algo organizado, pero voy a darle una forma para que aquellos que no se interesan por estas cosas puedan leer y opinar también. A manera de debe/haber voy a intentarlo.

Instrumentos:
Guitarra criolla vieja pero que está sonando bastante bien. Supongo que tomó la forma d emis dedos.
Roland Groovebox MC-303. A un año de comprarla, todavía no me senté a probarla. Puede ser una opción o descartarla.
Notas: Juan me rompió todas las armónicas Lee Oskar. Supongo que, de todas maneras, no iba a usarlas, está muy quemado el sonido y los temas no son los de antes. no dá.
La guitarra es vieja, pero no es excusa, Willie Nelson grabó su mejor disco con una guitarra desvencijada que aún hoy porta con orgullo.
Descartemos la sound machine, puede sonar a Entre Ríos o combo amargo.
Me falta: Tengo apalabrado al coro de la parroquia de acá a la vuelta, pero Patri me dijo que está sonando muy mal. La líder es niñera de Juan, se puede hablar.
Sueño con percusiones, pero no tengo idea donde puede haber, voy con la remera de Fela Kuti por Parque Patricios a ver si algún nigeriano, senegalés o ghanés me dice algo, pero nada. Cuando el 148 dobla por puente Avellaneda veo un lugar llamado "Centro de cultura afroamericana", puede ser un indicio. Ese es todo mi contacto con la percusión, Nico me dice que cualquier percusionista mediocre del Manuel de Falla me va a cobrar, así que lo descarto...
¿Por qué tuve que pelearme con los bateristas toda mi vida? (Nota mental: nunca más decirles cavemen)
Quiero una cuica, por Liniers se vende una barata, la ví en Mercado Libre, pero quien la va a tocar, quiero que el disco sea grabado en vivo, a la manera afrobeat o MPB. (Nota mental: no envidiar más la cuica de el tema "Tu Luz" de Pol)


Concepto:
Lo que quiero:
King Ayisoba - Modern Ghanaians

Lo que hay:
Marku Riba - O adeus, segundo maria

Tengo 2 opciones: o un disco de música del Brasil (Mais do que eu, uno de Jorge Ben, uno de Barroso, el de Riba y un par más, sin grandes sucesos, temitas perdidos que pueda hacer míos, estoy harto de las versiones de Garota de Ipanema, además ya no soporto a Vinicius y Toquinho en versiones cocktail, MPB y samba-rock crudas)
O volverme loco con afrobeat, highlife y funk (dejá de soñar pobre idiota sin amigos músicos)
O un digno acústico en donde la guitarra sea a la vez melodía y percusión.

Título:
S/Z si decido fundir dos de las ideas
No fun-k si logro que algún músico me dé bola esta noche en el rosedal.
Siempre fuí negro (este lo descarto después del post sobre la mujer de Costello de emeygriega, no quiero que me diga que le gusta por obligación...Tranquila amiga, reniego de mi ascendencia tana, pero no me voy a transformar en sudafricano aunque lo desee más que Peter Gabriels)
La Verde, si tengo tiempo de grabar algo conceptual, en el buen sentido.
en fin, no me gusta ninguno, todos descartados.



Despues sigo, Juan subió y tengo miedo que me destruya la guitarra.

Cross a la mandíbula (del buen gusto)

En una edición de la revista pro-ceso Somos (dirigida por el ahora ponderado por muchos Gelblung) del año 1977, encontré una entrevista a Victoria Ocampo, en la cual se le preguntaba acerca de su lucha no fundamentalista en favor de la igualdad de oportunidades de la mujer con respecto al género masculino.

Ante la pregunta "¿Hay algún ámbito en el cual usted siente que la mujer no debería incursionar?", la onerosa señora respondía:

-Creo que ninguna mujer quisiera ser Monzón, ¿no le parece?





VHS


Dos sueños: en el primero me encontraba rodeado de video cassetes, tomaba uno de los negros, vírgen, y lo masticaba cual Rodesia de chocolate. Aún hoy no puedo sacarme el sabor plástico de las papilas cuando lo recuerdo.
En el otro, voy caminando por una calle lateral de la ciudad vecina de Las Anclas, y encuentro un videoclub que está cerrando. Entro, y encuentro la portada más espeluznante que recuerde, abro el pack, de esos gordos a presión, a manera de libro, y me saluda un cassete color hueso, con una cinta sin rebobinar. Me vuelvo loco de la emoción, salgo a contarle a mi hermano y a mi papá, y cuando vuelvo no está más. Me esfuerzo por recordar el título, y cómo siempre algo me despierta.



El primero tal vez sea videofilia y el segundo lugar común, pero a tal grado llega mi fanatismo por el VHS.
Soy de la generación que tenía un pálido cine con estrenos de Disney o Chatrán, que a los 7 años corría al videoclub a buscar películas de terror escondidas en el rincón más oscuro del local, y que incluso cortaba su sábado para viajar por ciudades vecinas buscando las de Bergman, Billy Wilder y Sam Peckinpah en algún local perdido. Librerías de saldo y videoclubes, mi perdición.

Este es un post difícil, poque cuesta mucho explicar la pasión por algo que para muchos simbolizó la muerte de un arte.
Cuando llegué a Buenos Aires, en 1998, me encontré con Liberarte y Mondo Macabro, y los sábados a la mañana compraba dos packs de 4 videos cada uno, tomaba la línea Mitre, estación Coghlan, hacía Retiro, línea C, combinación con B hasta Uruguay, sólo para volver un par de horas más tarde saltando con la filmografía de Glauber Rocha y John Waters.


Pero la espina de esos dos sueños seguía clavada, luego de miles de cassetes grabados que luego mandaba a Las Anclas para que papá archive en un cuarto-videoteca.
Y el otro día estaba viendo un capítulo de Masters of Horror dirigido por John Carpenter, "Cigarette Burns", en el cual un millonario le encarga al protagonista, dueño de un cineclub, que le consiga la única copia en el mundo de Le Fin Absolute du Monde, un film que sólo se proyecto una vez, y que es capaz de causar suicidios, asesinatos masivos y reacciones de locura en cadena. Siguiendo la pobre línea de la serie, termina de manera muy Lovecraft, con cosas innombrables que se nombran y gore (esta serie fue pensada, entre otros, por el especialista en FX de make-up Greg Nicotero, así que hay que mostrar bastante más que insinuar). Pero me pareció muy buena la idea de esa película perdida que me lleve al límite, algo similar a lo que creyó ver Cronemberg en el mundo del vídeo cuando filmó Videodrome (1983).




A mí, el mundo del video me produce ese deseo que nace en lo más oscuro del cerebro y emociona hasta el tuétano, ese anhelo de hallar la película definitiva escondida en un rincón oscuro de una casa vieja que oficia de videoclub (¿ven? hasta el nombre video-club suena a cofradía). No me mueve un pelo el DVD con sus escenas extras y el como se hizo la película, o entrevistas en las cuales el director nos arruina el concepto que quisimos ver.
El VHS sólo tenía tapas alucinantes, cajitas que los hacían parecer pocket books, adelantos con trailers realmente buenos de películas malísimas, y el film en sí. Nada más.



Ese video palpitante que le insertan a James Woods en el vientre as a videocassetera humana más Le Fin Absolute du Monde me llevaron a recordar esos momentos en que encontré películas que pensé que nunca iba a ver, y me las llevé del lugar escondidas, cómo para que nadie me las quiera quitar de las manos... no me daba cuenta de que el mundo alquilaba Duro de matar 8 en los incipientes Blockbusters que comenzaban a invadir los barrios, marcando el fin de una nueva era de cine popular. He aquí aquellas que me desvelaron, y aquellas que aún continúan haciéndolo (me niego a bajar Torrents):



Cannibal Holocaust: la trajo mi hermano, primera película con la que vomité, no en la parte del canibalismo, sino cuando le sacan el caparazón a una tortuga amazónica y la pobrecita queda despojada de su privacidad (la tortuga cómo símbolo de privacidad, ¿aparecerá esto en los diccionarios de símbolos?)



The Child: Ésta estaba escondida en el videoclub "Apple", de mi pueblo, y en la portada aparece un niño de ojos brillantes detrás de un portón victoriano. Nada se sabe de su director, y no mucha gente la recuerda.



Carnival of Souls: Hoy en día muy ponderada, pero hace unos 15, 20 años era imposible de conseguir. La última que no me dejó dormir, con sus maquillajes expresionistas y su onda Twilight Zone.



Macunaíma: Me contaban de cómo esta película fue prohibida en casi todos lados, y seguramente para la gente anterior a mí, poder verla en su momento significó más que ir al cine a comer pochoclos, algo muy cercano a un acto que a la contemplación. El cine como acto, creo que ahí voy definiendo lo que quiero expresar.


Las que todavía me quitan el sueño:


Mermaid in a manhole: de la serie japonesa Guinea Pig, totalmente extrema. Este capítulo, el más rico de todos, trata de un pintor que pierde a su mujer y va a llorarla a la playa. En un desagüe encuentra a una sirena moribunda, y decide llevarla a su casa. Allí, deja pudrir sus heridas y utiliza el pus de sus escaras como pintura de sus vívidas obras. Dicen que al final nos damos cuenta de que la sirena es en realidad el cadáver de su difunto amor. Este capítulo inspiro al primer asesino serial de Japón, y varias reacciones en cadena de violencia y sangre.



J'accuse: de Abel Gance, el de Napoleón, una película muda francesa de terror de la cual el argumento mucho no me interesa, sino esa escena final que ví perdida por ahí en algún documental. Las ánimas de los soldados muertos en la Primera Guerra Mundial se levantan y, con sus rostros desfigurados por las bombas y la pólvora, recorren Paris. Escuché que Lon Chaney se inspiró en esto para virar su carrera hacia seres mutilados, acercando su horror al inconsciente de un pueblo norteamericano que por primera vez, gracias a los avances de la medicina, veía regresar de la guerra, vivos, a los soldados heridos.



El otro día mi sobrino me explicaba su teoría acerca de que, allá cuando se crearon las videocasseteras, alguien les puso un chip para que todas dejaran de funcionar hacia esta fecha, y es por eso que la mayoría tenemos aparatos rotos y salimos corriendo a comprar DVD players. Muy cierto lo que dice, yo aún sigo lamentando no poder apretar PLAY-REC cuando engancho una peli buena en la tele.


PD: Post número 100, y por primera vez hablando de películas. No de cine, de películas.
No esperarán que descorche champagne, che, esto es sólo un blog, no la vida.
Gracias a los que perseveran leyéndome sin aburrirse.