Kapelusz.
La imagen de la desatanudos, boba y acartonada, como tarjeta de presentación de aquella billetera olor cuerina negra, ajada, aburrida, que revela, ahora objetivamente, el material aprovechable en la vida de Kapelusz, mi amigo. Desgajando lo encuentro, rechoncho, cara grasosa, precoz pelusa debajo del guardapolvo amarillo orín, buscándome para golpearme luego de rebelarme ante su autoridad en sexto grado, afilando los nudillos para golpear a su padre revelándose ante... todo lo que escriba suena obvio, Kapelusz en medio de una nube de humo gris azulado (¿existe?, él lo crea) que brota de su cerebro y la garganta de toda la gente que se agrupa en ese cuarto con piso de parqué aboyado, Kapelusz aspirando el aroma de los tilos, atravesando en diagonal algún boulevard de la tercera ciudad que lo recibió, resucitando un par de ojos en llamas por tantas manos de cal con la flor violácea del Jacaranda en la segunda ciudad que lo desvirgó, purificado y aspirando algo de bienestar de las sierras de la primera ciudad que lo aceptó, tratando de arrancar algún acorde a los álamos petrificados del pueblo que lo malcrió, lo degeneró, aquellos álamos que filtran un haz de luz y, envuelta en la penumbra del bolsillo de un vaquero que supo ser negro, permiten a la imagen de la desatanudos, tonta y acalorada, desteñirse, transpirar lágrimas que dan vida al trozo de cartón y ayudan a Kapelusz, confundido, más de lo que pueda creerse (por lo menos yo, que lo conozco, porque es mi amigo), a reflexionar, en un arranque decisivo en su errática vida, y mudarse de aquel cuartucho de paredes improvisadas con sábanas en medio del monte, a la copa de algúna frondosidad inmóvil, con la persona que le envió las cartas, notas y amenazas que contienen aquella billetera olor cuerina añeja, junto con los recibos de locutorio con llamadas a otro continente, cartas y recibos, intercalados, abriendo otro capítulo, ahora recibos por cartas, transformando cada hecho en recuerdo, con su documento material archivado en la billetera ajada que ilustra, como carta de presentación, esta imagen sublime e inmaculada, que guardo como nostálgica, ausente, aburrida, porque los recuerdos, si no salen de la boca de Kapelusz son solo recuerdos, no mucho más que eso, y la imagen de la desatanudos, milagrosa y revelada, ya en mi poder, no lo exonerará de ellos.
(texto escrito en 1998, que descubrí en una vieja carpeta de cuando estudiaba cine, lo escribí mientras me aburría en una clase de iluminación y cámara)
5 pálidas ideas:
Bueno, la clase de iluminación resultó muy rendidora parece!!!
Interesante experiencia leer el texto mientras escucho el tema de la semana, las comas como ritmos...
Volvé a la ficción, digo yo.
Y si nunca te fuiste de ella, mostrá más (tus textos, no?)
pues sigue escribiendo y que corten o prendan la luz mas seguido
Sí eme, era más tediosa esa clase, los fresneles y tubos de iluminación no eran lo mío, y para guinista, demasiado monólogo interior.
Xelia, nunca me fuí de la ficción, siempre fui muy irregular con mis períodos (parece propaganda de Carefree), ahora por suerte me voy haciendo una rutina para escribir, que es la base para empezar algo.
Mary: seguiré escribiendo, aunque sea bajo la luz de las velas. Gracias!
Propio de los recuerdos el desteñirse... aunque en cada nuevo acordarse del recuerdo el desteñir sea distinto. Sin hablar de Kapeluszes, que calculo que los re-tiñen de nuevos colores....
muy lindo eso que escribió, una linda pálida idea vieja.
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